Historias y Leyendas
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Santo Domingo Savio nos enseña desde el Paraíso

Elaine M. Jordan

Juan Bosco tuvo uno de sus muchos sueños significativos la noche del 6 de diciembre de 1876. Se cumplían 20 años de la muerte de Domingo Savio.

En el sueño, dijo Don Bosco, parecía estar de pie sobre una colina, contemplando una inmensa llanura azul cristalina que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. En él había largas y amplias avenidas bordeadas de árboles con hojas de oro y ramas y troncos de piedras preciosas. Esparcidos aquí y aquí, en los jardines de flores centelleantes, había magníficos edificios. Una música dulce y fascinante llenó el aire.

Mientras escuchaba extasiado y asombrado, Don Bosco vio a un grupo de niños que habían estado en sus escuelas. A la cabeza estaba Domingo Savio, radiante y magnífico con una túnica blanca como la nieve tachonada de diamantes y entretejida de oro. Alrededor de su cintura llevaba una amplia faja carmesí bordada con piedras preciosas. Alrededor de su cuello colgaba una guirnalda de flores que brillaba con una gloria sobrenatural que eclipsaba al sol.


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Don Bosco se dio cuenta de que la banda roja era un símbolo de los muchos sacrificios que el joven había hecho para preservar la virtud de la pureza. Su brillante túnica blanca representaba la inocencia bautismal que había conservado. Las flores de la guirnalda simbolizaban todas las virtudes que había practicado en vida: la rosa de la caridad, la violeta de la humildad, el girasol de la obediencia, la genciana de la penitencia y la mortificación, las hebras de trigo que significan las frecuentes comuniones y el árbol de hoja perenne, la perseverancia.

Don Bosco hizo varias preguntas al joven, pero a continuación encontrarás el mensaje más importante que recibió en ese largo e interesante sueño. He aquí las palabras del gran Fundador de la Congregación Salesiana:

“Bueno, Domingo”, dije, “practicaste todas estas virtudes durante la vida. Dime ¿qué te dio mayor consuelo en la hora de la muerte?”
“¿Qué crees que fue?”
“¿Quizás preservar la virtud de la pureza?”
“No, no sólo eso”.
“Paz de conciencia… ¿obediencia?”
“Eso es algo bueno, pero no es lo mejor”.
“¿Quizás la esperanza de ganar el Cielo?”
“No, eso no”.
“Bueno, ¿era el tesoro de buenas obras que habías acumulado?”
"No, eso no".

"Entonces, ¿qué fue lo que te trajo mayor consuelo en esa última hora?" Supliqué, avergonzado por no haber descubierto el motivo.

“Lo que más me consoló en el momento de mi muerte”, respondió Domingo, “fue la asistencia de la poderosa y amable Madre de Dios. Díselo a tus hijos y a todos. ¡Mientras vivan, no se olviden de rezarle!

"Y, ¿qué del futuro?"

“En cuanto a vuestra Congregación, si vuestros sacerdotes la guían bien y se hacen dignos de su elevada misión, el futuro será resplandeciente y un número incalculable de almas se salvarán. Pero con una condición: que tus hijos permanezcan devotos de la Santísima Virgen y que todos guarden la virtud de la castidad, que tanto agrada a Dios”.


Este articulo fue publicado por TIA el 18 de julio de 2009.
Traducido y publicado por TIA Ecuador el 21 de octubre de 2023.



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