Verdades Olvidadas
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Al Apartarse del Culto Tradicional,
un Papa Cae en Cisma

Con Traditionis custodes, el Papa Francisco pretendía prohibir la Misa Perpetua de la Iglesia, codificada por San Pío V en el siglo XVI, según los cánones del Concilio de Trento. Esta Misa, sin embargo, no fue creada ni por ese Pontífice ni por ese Concilio. Simplemente codificaron la misma Misa que se había dicho desde la época de los Apóstoles. Esta Misa, en consecuencia, ha sido identificada con la Iglesia Católica durante toda su Historia. Es su Misa Perpetua.

En 1969, el Papa Pablo VI creó una Nueva Misa, que él de facto impuso en la Iglesia, mientras que teóricamente admitía el derecho a que se dijera la Misa Perpetua. Ahora, el Papa Francisco abolió de jure la Misa Perpetua de la Iglesia.

Esta nueva decisión plantea la cuestión de si un Papa tiene derecho a abolir la Misa multisecular de la Iglesia Católica. Grandes teólogos del pasado discutieron esta posibilidad y concluyeron que un Papa que se separa del culto eclesiástico tradicional de la Iglesia se vuelve cismático, aunque sin perder ipso facto el oficio del papado.

Hoy, TIA comienza a publicar las opiniones de algunos de estos teólogos para ayudar a nuestros lectores a comprender mejor la compleja situación en la que vivimos.

Cardenal Juan de Torquemada (1388-1468)

Para demostrar que un Papa puede separarse ilegítimamente de la unidad de la Iglesia y de la obediencia a la Cabeza de la Iglesia y, por tanto, caer en el cisma, el Cardenal Torquemada utiliza tres argumentos:

“1. (…) Por la desobediencia, el Papa puede separarse de Cristo, principal Cabeza de la Iglesia y en relación con Quien está constituida principalmente la unidad de la Iglesia. Puede hacer esto desobedeciendo la ley de Cristo (1) u ordenando algo que sea contrario a la ley natural o divina. De esta manera se apartaría del cuerpo de la Iglesia, mientras está sujeto a Cristo por la obediencia. Así el Papa, sin duda, podría caer en el cisma.

2. El Papa puede separarse sin causa razonable, por pura voluntad propia, del cuerpo de la Iglesia y del colegio de sacerdotes. Lo hará si no observa lo que la Iglesia Universal observa sobre la base de la Tradición de los Apóstoles según el capítulo Ecclesiasticarum, dil. 11, o si no observa lo ordenado universalmente por los Concilios universales o por la autoridad de la Sede Apostólica, sobre todo en relación con el Culto Divino: Por ejemplo, no querer observar personalmente algo de las costumbres universales de la Iglesia, o el rito universal del culto eclesiástico.

Esto tendría lugar si no quisiera celebrar con las vestiduras sagradas, o en lugares consagrados, o con velas, o si no quisiera hacer “La Señal de la Cruz” como lo hacen los demás sacerdotes, u otras cosas similares que hayan sido decretadas de manera general para uso perpetuo según los cánones Quae ad perpetuam, Violatores, Sunt quidam y Contra statuta (25, q. 1).

Apartándose así, y con pertinacia, de la observancia universal de la Iglesia, el Papa podría caer en el cisma. La consecuencia es buena; y el antecedente no es dudoso, para el Papa, así como podría caer en herejía, también podría desobedecer y dejar pertinazmente de observar lo que era establecido como orden común en la Iglesia. Por eso, dice Inocencio (c. De Consue.), que hay que obedecer al Papa en todo mientras no se vuelva contra el orden universal de la Iglesia, pues en tal caso no se debe seguir al Papa, a menos que exista una causa razonable para ello.

3. Supongamos que más de una persona se considera Papa, y que una de ellas es el verdadero Papa, pero algunos lo consideran aparentemente dudoso. Y supongamos que este verdadero Papa se comportara con tanta negligencia y obstinación en la búsqueda de la unidad en la Iglesia, que no desease hacer todo lo posible por restablecer la unidad. En esta hipótesis, el Papa sería considerado como un impulsor del cisma, según lo que muchos han argumentado, incluso en nuestros días, con respecto a Benedicto XIII y Gregorio XII”(2).
  1. Como es obvio, el pecado de cisma no se comete en ningún acto de desobediencia, sino solo en aquel en la que se niega el principio real de autoridad en la Iglesia, rompiendo así la unidad eclesiástica (ver Santo Tomás, Summa Theologiae , II-II. 39, I; MJ Congar, Dictionnaire de Theologie Catholique , artículo “Schisme”, col. 1304). Torquemada presupone esta concepción en el texto citado. Hacemos esta observación porque podría parecerle al lector que el pasaje transcrito arriba confunde groseramente la “desobediencia a la ley de Cristo” con el cisma, lo que tendría la consecuencia absurda de que por cualquier pecado el Papa se volvería cismático. Torquemada es, además, uno de los mayores defensores del principio de que un Papa escandaloso e inmoral, pero no herético ni cismático, conserva el Pontificado (verSumma de Ecclesia., lib. II, cap. 101).
  2. Cardenal Torquemada, Summa de Ecclesia, pars I, lib. IV, cap. 11, p. 369 ff.

Publicado el 16 de agosto de 2021


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