Nuestra Señora del Buen Suceso

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El Niño Jesús en la Cruz
en el Volcán Pichincha


Marian T. Horvat, Ph.D.

Esta es una de las muchas apariciones atribuídas a la Madre Mariana de Jesús Torres (1563-1635). Favorecida con muchos dones singulares del cielo, esta hermana concepcionista en Quito, Ecuador, tuvo la oportunidad de conocer muchos eventos futuros, especialmente la grave situación de la Iglesia en el siglo XX.

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El niño Jesús crucificado en Quito
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Nuestra Señora le dijo que en nuestros lamentables tiempos, abundarían las herejías, la corrupción de los modales y las costumbres serían prácticamente universales y la luz de la Fe casi se extinguiría. Para expiar las muchas blasfemias y abusos y para acelerar el día de la restauración triunfante, se le pidió a esta hermana del siglo XVII que se convirtiera en una víctima expiatoria para nuestro tiempo. Así que, de manera especial, la vocación de la Madre Mariana la vincula con la crisis existente en la Iglesia y en la sociedad que hoy nadie puede negar.

La visión del Niño Jesús crucificado en el volcán Pichincha en 1628 tiene su origen en una devoción popular española. Cristo, que aparece como un simple niño o adolescente en las diversas estampas santas que representan la escena, abraza la Cruz en anticipación de su futuro sacrificio y le hace a la humanidad esta pregunta conmovedora: "¿Cómo puedo hacer más para mostrar Mi amor por tí?"

La devoción encuentra profundas raíces en la tradición católica. Por ejemplo, en la Mística Ciudad de Dios, la Beata María de Agreda nos dice que cuando Nuestro Señor todavía era un joven en la casa de Loreto, a menudo asumía una posición en forma de cruz, en presencia de Su Madre, quien imitaría Sus oraciones y su posición, Él oraría: “¡Oh, Santísima Cruz! ¿Cuándo recibirán tus brazos los míos? ¿Cuándo descansaré sobre tí y cuándo mis brazos, clavados a los tuyos, se extenderán para recibir a todos los pecadores?” (La Transfixión).

La aparición del Niño Jesús crucificado en el volcán Pichincha, la cual Nuestra Señora prometió a la Madre Mariana que estaba destinada a producir un gran bien para las almas, presenta una imagen vívida y conmovedora del gran amor del Niño Jesús por los hijos de Adán y su gran deseo, incluso en su delicada juventud, de sufrir por su redención.

Las numerosas apariciones y favores recibidos por la Madre Mariana fueron debidamente examinados y aprobados por las autoridades de la Iglesia de la época, y la devoción a Nuestra Señora del Buen Suceso continúa hasta hoy, tanto dentro como fuera del Convento Concepcionista de clausura en Quito. Este artículo es un resumen del libro escrito por Monseñor Luis E. Cadena y Almeida (RIP) Historias y milagros de Nuestra Señora del Buen Suceso.

El fin del los hermosos amaneceres

Hacia fines de 1628, la Madre Mariana oraba a medianoche en el coro superior cuando Nuestro Señor le reveló muchos de los eventos futuros de la colonia española. Ella vio a toda la colonia en agitación, una guerra de independencia y la tierra bañada en sangre. Su corazón sintió que se rompería al ver todo este caos y destrucción, y le rogó a Nuestro Señor que su voluntad prevaleciera y que el partido que Él favorecía triunfara.

niño jesús en el altar

"Qué más puedo hacer para mostrarte cuánto te amo?"
Luego comprendió que la Colonia se separaría de su país natal y se convertiría en la República del Ecuador. Esto sería un castigo por las infidelidades e innumerables abusos de tantas de las autoridades enviadas por el Rey para gobernar el país.

Ella vio que cuando esto sucediera, el hermoso amanecer que cada mañana refulgía sobre esta tierra, tan encantador que algunas personas se levantavan al amanecer sólo para disfrutar de esta obra del Creador, perdería algo de su esplendor. Este favor cesaría, se le dio a entender, porque la República se corrompería y sería ingrata con los beneficios recibidos de Dios.

Ella vio que, no sólo los cargos civiles, sino también los eclesiásticos serían ocupados por numerosos Judas obstinados y malintencionados. Instigados y poseídos por el espíritu diabólico, venderían a su Señor por unas pocas monedas. Ella vio el destino miserable y desastroso de estas pobres almas por toda la eternidad.

Los castigos, tanto secretos cuanto públicos de este pobre país que luego se llamaría la República del Ecuador, le fueron revelados. Se le dio a conocer que la República habría sido destruida y enterrada bajo los escombros de un terremoto si la Divina Bondad no hubiera suscitado almas heroicas y justas, de maneras secretas y diversas. Almas que se constituyeron las víctimas que aplacarían la Justicia Divina con sus oraciones, sacrificios y grandes sufrimientos durante esta triste época.

Guerra entre ángeles y demonios

Después de presenciar el final de la guerra, vio a Ecuador completamente cubierto por una nube negra compuesta de demonios incontables. Con gritos diabólicos y risas, tratando de dominar a la nueva República para gobernarla desde su inicio. Para su fundación, pusieron la malicia de los siete pecados capitales y el odio hacia Nuestro Señor y Su Santísima Madre. Intentaron abolir todos los conventos, claustros e instituciones piadosas. Así, esparcieron sus humos blasfemos por toda la tierra, contaminando toda la atmósfera con una densa niebla que oscureció la preciosa luz de la Fe en las almas y endureció los corazones de las personas.

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Una vista de la Iglesia de la Concepción en un esquina de la Plaza Grande en Quito
En la siguiente visión, el Cielo se abrió y una luz fuerte y clara fluyó sobre todo el Ecuador. Desde cada convento y claustro brotó un estallido de estrellas que se elevaron al Cielo, y ella escuchó la voz del Príncipe de los Ángeles, San Miguel, que decía:

"Desciendan inmediatamente a las profundidades del abismo, malditas legiones negras, porque aquí vive Dios", Dios triunfa y Dios reina en todos los tiempos por medio de sus almas elegidas. ¡Cuanto más triunfantes piensen que son, más se acerca su derrota! ¡Ay de esta nueva república sin sus comunidades religiosas! ¡Porque sin ellas, no podría subsistir!”

Luego, relámpagos y espadas de fuego perforaron cada rincón de la tierra. Las diabólicas legiones huyeron, pero aullaban sus amenazas de librar una guerra cruel contra esta pequeña porción de la tierra, donde la Mujer, su enemiga, sería tan venerada y amada. Pues, gritaban en su furia, que si tan solo podrían extinguir la devoción de la gente hacia Ella, la victoria sería suya.

“Llegará el momento”, gritaron, “cuando tendremos excelentes agentes que conquistarán casi toda esta tierra para nosotros. "Los recompensaremos con placeres, comodidades y riquezas terrenales, y luego los atormentaremos en el infierno por toda la eternidad, porque estos desgraciados y desagradecidos ignoraron las misericordias y los beneficios de su Creador". Cuando los demonios fueron expulsados, regresó una gran calma y el sol iluminó con un gran brillo.

Visión del Niño Jesús en el Pichicha

Entonces Nuestra Señora del Buen Suceso cargando su Divino Niño en su brazo derecho se le apareció a la Madre Mariana y le dijo:
“Levanta tus ojos y mira hacia el Pichincha, ahí verás al Divino Niño que yo cargo en mis brazos crucificado. Lo dejaré en la Cruz para que siempre pueda dar buenos sucesos a esta República”.
Los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael llevaron al Niño Divino al Pichincha, que domina la ciudad de Quito, y está rodeado solo por arbustos de espinos que tienen una flor delicada. Aquí el Niño Jesús tomó la forma de un niño de unos 12 a 15 años de edad, con una expresión dulcemente majestuosa. Se postró en el suelo con los brazos extendidos como en una cruz y oró al Padre Eterno para que mirara con agrado al Ecuador.

niño jesús manto rosa

El Niño Jesús crucificado en el Pichincha
Una luz celestial envolvió toda la montaña, y el Niño Jesús se levantó y se paró ante una cruz con la inscripción INRI en su cabeza. En su brazo izquierdo colgaba una corona de espinas afiladas; A su derecha, una estola blanca.

Los tres Arcángeles reaparecieron, con San Gabriel llevando una Hostia blanca. San Miguel llevaba una larga túnica blanca salpicada de estrellas y San Rafael llevaba un manto de un magnífico color rosa desconocido en esta tierra. El Niño Jesús se vistió con la túnica blanca y la estola, y a ellos los cubrió con el magnífico manto. Luego se acercó a la Cruz, tomó la corona de espinas y la colocó sobre su cabeza. Extendió los brazos y permaneció crucificado, pero sin clavos que aparecieran en sus manos o pies. Por sus mejillas corrían grandes lágrimas, que fueron recogidas por los Arcángeles San Miguel y San Rafael y se dispersaron por toda la nueva nación.

Luego ordenó a San Gabriel colocar la Hostia detrás de Su cabeza, donde se convirtió en una especie de halo. Tres resplandecientes rayos de luz brotaban de él. En el centro del rayo apareció la palabra AMOR, en el rayo a su derecha, ECUADOR, y en el rayo a su izquierda, ESPAÑA. Su expresión reflejaba un dolor intenso, pero también una alegría serena de sufrir por aquellos a quienes amaba tanto. Mientras caían gotas de sangre de las heridas en sus manos, pies y frente, fijó su mirada en el país y dijo estas palabras:

“No puedo hacer más para mostrar Mi amor por ustedes. Almas ingratas, que devuelven el gran amor y atenciones de Mi Corazón con desprecio, sacrilegios y blasfemias. Al menos ustedes, mis amadas y ocultas esposas, sean mi consuelo en mi soledad eucarística. Mantengan la vigilancia en mi Compañía. No se dejen vencer por el sueño de la indiferencia hacia Dios, que les ama tanto. Siempre sean las heroínas de su país durante los tiempos amargos y terribles que vendrán. Su oración humilde, secreta y silenciosa y sus penitencias voluntarias la salvarán de la destrucción hacia la cual la conducirán sus hijos ingratos. Porque estos desgraciados, rechazando y despreciando a los buenos, exaltarán y servirán a los satélites malvados y egoístas de Satanás".

Así fue el Niño Jesús crucificado en el Pichincha.
Seis años más tarde: Otra visión

Un año antes de su muerte, la Madre Mariana recibió otra aparición de Nuestra Señora del Buen Suceso, quien siempre se mostraba con el Niño Jesús en su brazo izquierdo y abrazado con su mano derecha. Una vez más Ella habló acerca de la guerra por venir cuando la colonia se separe del Reino de España para ser una república.

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En 1873 García Moreno consagró al Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús
Para consolar a su hija en su gran pena por el conocimiento de esta separación, la Reina del Cielo la consoló con estas palabras:

“Te haré saber que esta independencia es más deseable, ya que esto disminuirá las responsabilidades de los monarcas, que tienen nombrados a sus representantes para gobernar esta tierra. Porque estos representantes que se vuelven ambiciosos y arrogan libertades indebidas ofenden a la Iglesia, insultan a los Ministros de Dios y se consideran a sí mismos maestros absolutos de todo.

Conoces los incontables males que se infligirán a la Iglesia en esta Colonia durante estos tiempos, incluso por parte de sus representantes eclesiásticos, también nombrados a través del favor de los Reyes. Debido a esto, ¡cuántos escándalos serán dados! ¡Cuántas peleas y disputas surgirán! ¡Cuántos pecados serán cometidos que ofenderán a Dios!

“Pero tenemos un gran amor por esta pequeña porción de la tierra, que algún día será Ecuador. Teniendo en cuenta las almas verdaderamente buenas que vivirán aquí, prometemos que un día como república se consagrará solemnemente al Sagrado Corazón de mi Divino Hijo. Luego, con voz fuerte, se proclamará de un extremo a otro del país: la República del Sagrado Corazón de Jesús".

La misteriosa profecía repetida

Entonces Nuestra Señora repitió la misteriosa profecía que había dado en la gran aparición del 2 de febrero de 1634, cuando la luz del tabernáculo se apagó:
“Vendrán tiempos difíciles, cuya luz cegará a aquellos que deben defender justamente los derechos de la Iglesia. "Sin miedo servil ni respeto humano, estos pastores en cambio ayudarán a los enemigos de la Iglesia o los ayudarán a lograr sus propósitos".

“Pero, ay del error del sabio, del que gobierna la Iglesia, el pastor del rebaño que mi Hijo Santísimo confió a su cuidado.

“Y cuando parezcan triunfantes y cuando la autoridad abuse de su poder, cometiendo injusticias y oprimiendo a los débiles, cerca de ellos estará su caída. Atontados, caerán al suelo.

"Entonces, alegre y triunfante, como niña tierna, la Iglesia volverá a nacer y dormirá dulcemente, acunada en los brazos capaces y en el corazón materno de mi amado hijo electo de aquellos tiempos, que se rendirá dócilmente a las inspiraciones de la gracia. Lo llenaremos de gracias y regalos muy especiales; Lo haremos grande en la tierra y aún más grande en el cielo, donde le hemos reservado un asiento precioso. Porque, sin temor al hombre, luchó por la verdad y defendió sin ambages los derechos de la Iglesia, por lo que se le llamará mártir con justicia”(1).
Nuestra Señora ordena que se hagan cuadros del Niño Jesús.

“Viste a mi Divino Niño crucificado en el volcán Pichincha”, continuó Nuestra Señora. "Esto no fue por mera casualidad. Ya que esta montaña domina la ciudad, mi Hijo Santísimo quiere santificar este lugar, donde el Sagrado Corazón de mi Jesús quiere ejercer su dominio.

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Nuestra Señora manda que se haga un cuadro del Cristo crucificado. García Moreno
“Y así como, por mi orden, mi Imagen permanecerá en el asiento de la abadesa en el coro superior de este convento para gobernarlo y defenderlo y también para el bienestar de todo el país. Deseamos que hagas Imágenes de esta visión, aprovechando al Obispo actual, un Prelado prudente y virtuoso que gobierna con gran mansedumbre de corazón.

"En estas imágenes se deben escribir las mismas palabras que escuchó de los labios de su Amor Crucificado en el Pichincha. Estas imágenes viajarán por todo el mundo y serán la fuente de inspiraciones sagradas, pero su origen no será conocido por algunos, el día llegará, sin embargo, cuando se sabrá..."

Al mismo tiempo de esta visión, Nuestra Señora iluminó el corazón del Obispo Pedro de Oviedo, un verdadero y santo Prelado, a quien se le permitió contemplar la escena del Niño Jesús en la Cruz en el Pichincha. Él ordenó que las imágenes se hicieran en España con la firme convicción de que la devoción se extendería y traería la gracia de ganar corazones al amor de Dios.

La Madre Mariana también tenía una imagen esculpida del Niño Divino exactamente como lo había visto en el volcán Pichincha. Con el permiso de la autoridad eclesiástica, se introdujo para la veneración de los fieles bajo la invocación del Niño Jesús de la Cruz de Pichincha. Esta devoción ha continuado hasta nuestros días, y la imagen se guarda en la Iglesia del Convento de la Inmaculada Concepción en Quito.

Profecías cumplidas

El tiempo ha dado testimonio de la verdad de las profecías de Nuestra Señora con respecto a la colonia española que se convirtió en la República del Ecuador. El movimiento para la independencia fue acelerado por la invasión armada de Napoleón de la Península Ibérica en 1807-8 y su interrupción del gobierno monárquico al tomar prisionero al rey Fernando VII de España.

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El Presidente Católico García Moreno
La batalla de Pichincha en 1822 que puso al Ecuador en su camino hacia la independencia tuvo lugar en el mismo lugar donde el Niño Jesús apareció crucificado a la Madre Mariana en 1628. Así, casi doscientos años hasta el día 24 de mayo de 1830. Las autoridades de Quito proclamaron que Ecuador es un "estado libre e independiente".

Sin embargo, las guerras civiles y los disturbios políticos siguieron a la guerra de independencia en la nueva República del Ecuador. Desde el principio los masones buscaron el control del gobierno. Las fuerzas anticlericales y anti-aristocráticas se alinearon con su primer presidente, Juan José Flores, masón, contra los conservadores religiosos y políticos (2). Al mismo tiempo, los abusos eclesiásticos eran flagrantes, con el concubinato, el despojo, el juego y las violaciones abiertas de las reglas monásticas, escandalosamente comunes entre el clero ecuatoriano, tal como lo había advertido Nuestra Señora del Buen Suceso.

Pero Ecuador también tuvo el gran consuelo de tener un presidente "verdaderamente católico" prometido por Nuestra Señora a la Madre Mariana.(3) En 1860 García Gabriel Moreno.(1821-1875) fue elegido presidente. Soldando una alianza con la Iglesia, instituyó una reforma estricta bajo políticas conservadoras y trajo a Ecuador un período de estabilidad y prosperidad. La Constitución de 1861 escrita bajo su dirección, estableció el catolicismo como la religión del estado. Reformó y disciplinó a los monjes y sacerdotes y les entregó el sistema educativo. Una constitución posterior promulgada en 1869 enfureció aún más a los liberales al excluir a los herejes de la ciudadanía. En 1873 consagró a Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, como se predijo a la Madre Mariana más de 200 años antes. El 6 de agosto de 1875, mientras se preparaba para un tercer mandato, García Moreno fue asesinado por los masones. Su brutal asesinato precipitó a Ecuador en un período de nuevos conflictos e inestabilidad que se extendió hasta el siglo XX.

La juventud se hizo para el heroísmo, no para los placeres.

Hay una multitud de significados que los hombres con ojos de fe pueden ver en las apariciones y profecías de Nuestra Señora del Buen Suceso. Las cuales se aplican en un sentido particularmente agudo a nuestros tiempos, porque de hecho, están destinadas a nuestros tiempos. Como la Madre Mariana confió al Obispo Oviedo, "Todo esto se registrará ahora para verificar su verdad en esos tiempos (el siglo XX) que serán tan decadentes en la fe".

El Niño Jesús en la Cruz de Pichincha presenta una imagen conmovedora de un joven que abraza a la Cruz en Su amor por la humanidad, y un ejemplo para aquellos que seguirían sus pasos. Nuestra era moderna ha estado predicando exactamente lo contrario a la juventud a lo largo del siglo XX: “La juventud se hizo para el placer. Diviértete, sólo eres joven una vez”. Esta devoción anima a los jóvenes a abrazar la Cruz, a renunciar a los placeres, incluso los legítimos, de esta vida en preparación para la eternidad.

La exactitud de las profecías pasadas da garantía de promesas futuras

Los eventos en el Ecuador sucedieron exactamente como profetizó Nuestra Señora del Buen Suceso a la Madre Mariana: la República fue proclamada 200 años después de la visión; las fuerzas masónicas intentaron controlarla desde sus inicios; un verdadero presidente católico consagró la República al Sagrado Corazón de Jesús; los demonios han sitiado este pedazo de tierra tan amado por Nuestro Señor y Nuestra Señora con un caos político y planes anticlericales. La precisión perfecta de estas profecías, así como muchas otras, brindan apoyo y credibilidad a aquellas que aún no se han cumplido.

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Nuestra Señora predijo una gran victoria en el mundo
Nuestra Señora también predijo una gran victoria, no solo para Ecuador sino para todo el mundo. En el preciso momento en que "el mal aparecerá triunfante y cuando la autoridad abuse de su poder", esto "marcará la llegada de mi hora, cuando yo, de manera maravillosa, destronaré al orgulloso y maldito Satanás, pisoteálondo a mis pies". y encadenándolo en el abismo infernal”(4).

Su imagen, un trabajo milagroso completado por los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, exhala una dulce serenidad y fomenta la confianza en esta gran promesa de victoria. Uno siente una inmensa benevolencia en su mirada, que comunica una gracia que susurra en la profundidad del alma que solo necesitamos confiar, y Ella dará todo.

Al confiar en esa bondad materna, podemos dirigirnos a Nuestra Señora del Buen Suceso con la certeza de que Ella vendrá a ayudarnos en nuestras pruebas y sufrimientos personales porque ella es nuestra Madre. Ella también vendrá en ayuda de la Santa Iglesia, la Novia Mística de Cristo, en esta terrible crisis porque Ella es la Reina del Cielo y la Tierra. Es esta promesa de victoria que aún está por cumplirse y que esperamos con confianza infantil.
1. M. Horvat, Our Lady of Good Success, Prophecies for Our Times, Los Angeles: TIA, Inc., 2000, pp. 57-8.
2. Mark van Aken, King of the Night: Juan Jose Flores and Ecuador 1824-1864 (Berkeley, Los Angeles: University of California Press, 1989), pp. 8-11.
3. M. Horvat, Our Lady of Good Success, p. 37.
4. Ibid., p. 18.

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