Cuentos y leyendas
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Cómo San Andrés castigó a una madre lujuriosa
Un joven cristiano le dijo a San Andrés en secreto: «Mi madre, al ver mi buen aspecto, quiso que yo le hiciera algo malo; y como yo me negué rotundamente, fue al juez y me acusó de ese mismo delito. Ruega por mí y líbrame de una muerte injusta, porque no me defenderé. Prefiero morir antes que exponer a mi madre a tal vergüenza».
El joven fue citado ante el juez y Andrés lo acompañó. La madre acusó insistentemente a su hijo de querer violarla, y el hijo, a pesar de que le preguntaron varias veces si esto era cierto, no dijo ni una palabra.
Entonces Andrés le dijo a la madre: “¡Oh, la más cruel de las mujeres, tu propia lujuria te hace querer enviar a tu único hijo a la muerte!”
La mujer le dijo al juez: “Señor, mi hijo se encariñó con este hombre después de no haber podido salirse con la suya conmigo”.
Esto enfureció mucho al juez, por lo que ordenó que metieran al joven en un saco untado con brea y alquitrán y lo arrojaran al río, y que mantuvieran a Andrés en la cárcel hasta que él, el juez, decidiera una forma de tortura que lo mataría.
Pero Andrés oró, y un gran trueno los aterrorizó a todos, un gran terremoto los arrojó al suelo y la mujer, alcanzada por un rayo, se encogió y se convirtió en cenizas.
Los demás pidieron al Apóstol que orara para que se salvaran. Andrés oró por ellos y la tormenta se calmó. Entonces el juez creyó, al igual que toda su familia.

La madre disoluta acusó a su hijo
y a San Andrés ante el juez
Entonces Andrés le dijo a la madre: “¡Oh, la más cruel de las mujeres, tu propia lujuria te hace querer enviar a tu único hijo a la muerte!”
La mujer le dijo al juez: “Señor, mi hijo se encariñó con este hombre después de no haber podido salirse con la suya conmigo”.
Esto enfureció mucho al juez, por lo que ordenó que metieran al joven en un saco untado con brea y alquitrán y lo arrojaran al río, y que mantuvieran a Andrés en la cárcel hasta que él, el juez, decidiera una forma de tortura que lo mataría.
Pero Andrés oró, y un gran trueno los aterrorizó a todos, un gran terremoto los arrojó al suelo y la mujer, alcanzada por un rayo, se encogió y se convirtió en cenizas.
Los demás pidieron al Apóstol que orara para que se salvaran. Andrés oró por ellos y la tormenta se calmó. Entonces el juez creyó, al igual que toda su familia.