Virtudes Católicas
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Siguiendo el Ejemplo de los Santos,
Debemos Honrar a Nuestra Señora

Christina Herath, Sri Lanka
No es un hecho poco común que aprendamos mejor de las acciones y ejemplos de quienes nos precedieron, por eso aquí compilo una lista de ejemplos e historias de devotos siervos de María para ayudar al lector a servir mejor a Nuestra Señora.

La larga historia de la devoción a María

A lo largo de la Historia de la Iglesia nunca ha faltado la devoción y amor mostrados a la Santísima Virgen. Los Santos y los antiguos Padres, con la mayor convicción, enseñaron a los fieles que la devoción a María no solo era encomiable sino moralmente necesaria para su salvación. Pues así como sin el árbol no hay fruto, sin María no se puede encontrar en el alma el Sagrado Fruto de su vientre, Jesucristo.

nuestra señora

Cada Santo tuvo una fuerte devoción a María

Qué diferente es esto de la postura de tantos teólogos y predicadores modernos que, por miedo a perjudicar el “espíritu ecuménico” de la Iglesia posconciliar, dejan de lado a la Santísima Virgen, como si la devoción a ella no fuera más que una práctica anticuada.

En verdad, San Alfonso María de Ligorio, San Luis María de Montfort, San Domingo y otros grandes Santos y Doctores habrían derramado lágrimas de sangre al ver el declive de la devoción a María porque “¡no podemos ofender a los protestantes!”

Muchos jóvenes católicos, que fueron educados en la Iglesia del Vaticano II, nunca aprendieron la importancia de Nuestra Señora en la economía de la salvación. Se sorprenderían al saber que los grandes Doctores de la Iglesia San Agustín y San Tomás de Aquino fueron algunos de los más grandes servidores de María.

En el siglo XI, San Anselmo dijo: "Cuando imploramos a la Santa Virgen para que nos obtenga gracias, no es porque desconfiemos de la misericordia divina, sino porque desconfiamos de nuestra propia indignidad, y nos encomiamos a María para que sus méritos compensen nuestra indignidad.” La devoción a María nos enseña gran humildad y conocimiento de nuestra propia indignidad, una lección que muchos católicos modernos necesitan aprender pues les enseñaron que deben ir directamente a Jesús y hablar con Él casualmente, como con un amigo a quien supuestamente le debemos todo.

En el siglo XII San Bernardo enseñó: “Que nadie piense que al alabar mucho a la Madre eclipsará las glorias del Hijo; porque cuanto más honra a la Madre, tanto más honra al Hijo.”

Si el elogio que se da a la propia madre es recibido con gran alegría por un buen hijo, ¿por qué no habría de ser igual para Nuestro Señor, que fue el Hijo más perfecto que jamás existió?

La naturaleza bíblica de la devoción mariana

En el libro del Génesis, Dios predijo que la Mujer aplastaría la cabeza del Diablo. Los Padres de la Iglesia enseñaron que por eso el Diablo la teme, en cierto sentido incluso más que a Dios. Porque es evidente que Dios podría fácilmente derrotar al Diablo, pero ser aplastado por una humilde doncella humilla mucho más a la orgullosa serpiente.

virgen alada del apocalipsis

La Virgen alada del Apocalipsis aplasta la cabeza de la serpiente

El Libro de los Reyes también apunta a Nuestra Señora y a su papel como intercesora ante Cristo Rey: Cuando la madre del rey Salomón fue a hablar con él en favor de Adonías, el rey se levantó para recibirla, se inclinó ante ella y le colocó un trono a su derecha. Luego le dijo: “Madre mía, pide lo que quieras, porque no debo rechazar tu rostro.” (1 Reyes 2:19-20)

La Escritura nos da este ejemplo como un presagio del amor aún mayor que la Sabiduría Divina tendría por Su Madre perfecta e Inmaculada, que le agradaba más que todas Sus otras criaturas juntas, y a Quien no le niega nada.

En el Nuevo Testamento, Nuestro Señor se refería a Su Madre como “mujer” en ocasiones. Esto está lejos de ser una falta de respeto, como los protestantes nos quieren hacer creer. Más bien, así como Adán llamó “mujer” a su esposa antes de la caída, Nuestro Señor llamaba “mujer” a la nueva Eva para decirnos que ella era como Eva debería haber sido, si hubiese conservado su inocencia original.

Cada Santo fue devoto de Nuestra Señora

Es indiscutible que la devoción a Nuestra Señora hace —y siempre seguirá haciendo— a los hombres santos y piadosos. En la vida de cada Santo siempre hay un indicio de Nuestra Señora guiándolos. San Alfonso escribe: “Como Holofernes, para conquistar la ciudad de Betulia, ordenó romper los acueductos, así el Diablo hace todo lo posible por privar a las almas de su devoción a la Madre de Dios. Porque si este canal de gracia se cerrara, él podría fácilmente conseguir que se le entreguen a él.”

Esto es tristemente la razón por la cual tantas almas están tibias o frías, porque han sido privadas del canal de gracia de Dios, la Santísima Virgen.

Santa Matilde era conocida por recitar tres “Ave Marías” todos los días en honor al poder, la sabiduría y la bondad de Nuestra Señora, después de que nuestra Santísima Madre le prometiera una buena muerte por esta sencilla devoción.

San Conrado de Parzham fue uno de los muchos Santos que besaba el suelo cada vez que pronunciaba la salutación angélica.

San Carlos Borromeo practicaba la devoción del ayuno de pan y agua todos los sábados para honrar la Fe constante e inquebrantable mantenida solo por Nuestra Señora el sábado después de la muerte de su Hijo.

San Alfonso de Ligorio relata la historia de un jefe bandido que, por practicar esta sencilla devoción, se le permitió permanecer vivo incluso después de que le cortaran la cabeza y pudo hacer su confesión gracias a la intercesión de Nuestra Señora.

El ayuno en devoción a Nuestra Señora es por tanto una práctica no solo aprobada por la Iglesia y practicada por los más grandes Santos, sino una que dará placer y ganará el favor de una Señora tan amable y amorosa.

Para contrarrestar el amor cortés que comenzaba en su tiempo, el gran San Bernardo enseñó a sus monjes a dirigirse a la Virgen María como "Nuestra Señora" y a servirla como su ejército de caballeros.

Peregrinaciones y letanías para honrar a Nuestra Señora

Otra devoción que muchos católicos hoy pasan por alto es la visita a las imágenes sagradas de María.

En su libro Las Glorias de María, San Alfonso relata cómo siempre que San Enrique II, Emperador del Sacro Imperio Romano (973-1024), entraba a una ciudad, antes que nada siempre visitaba una iglesia dedicada a Nuestra Señora.

Muchas otras almas religiosas recorren millas y millas en peregrinación solo para rendir homenaje a una imagen o ícono milagroso de la Santísima Virgen.

peregrinación a Fátima

Peregrinos con velas
en Fátima, 12 de mayo de 2025

Las letanías e himnos a Nuestra Señora también deben ser revividos entre los fieles de hoy. Nuestra Señora ordenó a Santa Brígida que recitara el Ave Maris Stella todos los días. Más que ningún otro, le agrada el Magnificat, un hermoso himno mediante el cual alabamos a nuestra Reina con las mismas palabras con las que ella alabó a Dios.

Oír Misa en honor de Nuestra Señora, leer diariamente un libro que hable de sus glorias y virtudes, tener devoción a los Santos que fueron cercanos a ella en su vida (San Joaquín, Santa Ana, San José, entre otros), así como a sus siervos devotos (San Ildefonso, Santo Domingo, San Bernardo, San Luis María de Montfort y más), predicar, escribir o hablar de ella y de su misericordia infinita: todo esto es recomendado por San Alfonso como medios para crecer en devoción a nuestra gran Reina.

Concluiré con las palabras que San Alfonso usó para cerrar su admirable libro, Las Glorias de María, fuente de este artículo. Él cita las hermosas palabras de alabanza que San Bernardino de Siena dirige a Nuestra Señora:

“Oh Mujer, bendita entre todas las mujeres, tú eres el honor del género humano, la salvación de nuestro pueblo. Tienes un mérito que no tiene límites, y un poder absoluto sobre todas las criaturas. Tú eres la Madre de Dios, la Señora del Mundo, la Reina del Cielo.

“Tú eres la dispensadora de todas las gracias, la gloria de la Santa Iglesia. Tú eres el ejemplo de los justos, el consuelo de los Santos y la fuente de nuestra salvación. Tú eres el gozo del Paraíso, la puerta del Cielo, la gloria de Dios.

“He aquí que hemos publicado tus alabanzas. Te suplicamos entonces, oh Madre de Misericordia, que fortalezcas nuestra debilidad, perdones nuestra audacia, aceptes nuestro servicio, bendigas nuestros trabajos, e imprimas tu amor en todos los corazones, para que después de haber honrado y amado a tu Hijo en la tierra, podamos alabarlo y bendecirlo eternamente en el Cielo. Amén.”



Publicado el 15 de julio de 2025
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