Sociedad Orgánica
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Consenso orgánico versus consenso revolucionario
¿Cómo se propagan las ideas en una sociedad orgánica? ¿En qué se diferencia esto de la forma artificial en que se difunde en masa hoy en día mediante la comunicación social? ¿Cómo favorece la textura orgánica de la sociedad la propagación orgánica de ideas?
El espíritu de un hombre que verdaderamente tiene fe, esperanza y caridad y practica las cuatro virtudes cardinales está hecho de tal manera que tiene fácil acceso a las verdades fundamentales claras, luminosas y sencillas, que están al alcance de todos.
Tiene una cierta cualidad de espíritu que le permite percibir que las verdades que ve están todas más o menos implícitas, una dentro de la otra. Cuando capta claramente una verdad primaria, si mira más allá, ve también toda una galería de verdades, una sucesión de verdades que se suceden una tras otra.
No es un hombre meramente teórico; más bien, es un observador muy atento de la realidad. Tiene un conocimiento inocente y límpido de las cosas del orden religioso que nacen del buen sentido. Por eso también es filosófico.
Tiene la filosofía de quienes no son filósofos académicos. Tiene una filosofía intuitiva que está bien establecida en su alma inocente. Todo es tan claro para él que cuando alguien habla sobre estas verdades, naturalmente está de acuerdo porque esas verdades sobre ese tema ya estaban más o menos establecidas en su mente. Este es un tipo de enseñanza que el hombre moderno ha perdido por completo.
Esta forma de enseñanza se puede comparar con una especie de fuegos artificiales que se disparan hacia el cielo y muestran una esfera dorada de luz de la que brota otra y luego otra esfera. Entonces, es de este tipo de enseñanza de la que estamos hablando. Siempre se basa en la observación y la reflexión. Nunca es pura teoría. Pero tampoco se trata de una observación estúpida de la realidad que no conduce a nada teórico. Es el paseo armónico tanto de la observación como de la teoría lo que produce un consenso que proviene de la inocencia, porque todas las almas inocentes son consensuales.
Entonces, ¿cómo se desarrolla este consenso? Es como el vuelo de un pájaro en el aire, elevándose sin obstáculos; o como un pez nadando en el agua, moviéndose sin obstáculos. A causa del pecado original, pueden surgir algunas dificultades, pero una vez explicadas, las cosas vuelven a avanzar sin problemas. En un conjunto totalmente católico, así es como funcionan las cosas.
En un medio católico como éste podemos hablar largamente sobre diversos temas, aunque estemos juntos por poco tiempo, y salimos de acuerdo sobre una enorme cantidad de temas. Esto se debe a que la inocencia habita en alguna parte de aquellas almas que se juntan, lo que les hace ver una cosa dentro de la otra, dentro de la otra etc. Por eso, incluso las personas que no se conocen bien pueden hablar libremente sin miedo a no ser comprendido; Se puede desarrollar una variedad de temas y todos se dan cuenta de que están de acuerdo.
Esta comprensión es causada por una gracia de Nuestra Señora que devuelve en cierta medida esta límpida inocencia en las almas.
Este es un verdadero consenso porque es la posesión tranquila, luminosa y amorosa de las mismas verdades por los mismos hombres rectos.
Este consenso en los contrarrevolucionarios tiene una matriz. Esta matriz les lleva a discernir en ella hasta sus últimas consecuencias. Las verdades de la fe entran en esta operación iluminadas por la gracia y les dan a todas sus más dulces aromas y un gran esplendor.
La Revolución: una mala matriz
¿El mal consenso también tiene una matriz? La Revolución es la mala matriz de donde surge todo lo demás. Mientras exista esta mala matriz, la Contrarrevolución no puede salir victoriosa ya que los revolucionarios difunden su inmundicia y vulgaridad que es aceptada por las masas de hombres.
Lo que puede hacer la Contrarrevolución es seguir su política de reunir a los buenos para hacer su propio consenso, que acabo de describir, hasta que llegue una gracia que lo sacuda todo y nos dé la victoria.
Dentro del buen consenso hay una tendencia a la perfección que hace que de él surjan las mejores personas para liderarlo.
Aquí debemos centrarnos en dos hipótesis: una es la acción de quien desempeña el papel de buen líder en una sociedad que se resiste a esta bondad. Otra es una sociedad que en condiciones análogas acepta al buen líder y sigue adelante. La primera es similar a la actuación de un director espiritual y de un penitente que, invitado a arrepentirse de sus pecados, se rebela; el segundo es el penitente que se arrepiente y sigue adelante.
En la primera hipótesis, la sociedad dice no a la gracia; en el otro dice que si. En este último caso, el santo no tiene necesariamente que navegar contra la corriente de la sociedad. Aunque puede que tenga que presionar a la sociedad para que avance hacia donde no quiere ir, no existe una enemistad real entre ellos y el cuerpo de la sociedad lo sigue.
Hay otros santos que tienen que luchar contra una sociedad que es mala. Este es el caso de los profetas del Antiguo Testamento que fueron rechazados y apedreados.
Hay otros que, ante una sociedad dividida, hacen avanzar el bien y, por ello, son odiados por el mal; no obstante, pueden traer consigo un enorme número de personas.
Por ejemplo, en el siglo XIX San Antonio María Claret fue Patriarca de las Indias, un título honorífico, confesor de la Reina Isabel II de España y un magnífico predicador del pueblo. Fue Arzobispo y fundador de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (los Claretianos). Era catalán y predicó por toda Cataluña y otras partes de España. Las misiones que predicaba tenían tanto éxito que las personas del pueblo donde había predicado lo acompañaban – cantando, orando y conversando – a lo largo del camino hacia el siguiente pueblo. Allí lo recibiría la gente que esperaba su llegada. Así iría de pueblo en pueblo.
Tuvo una fuerte influencia en una parte considerable de la sociedad. Es más, convirtió a la Reina, que estaba involucrada en asuntos adúlteros. Vemos, entonces, que San Antonio María Claret hizo ambas cosas: convirtió a los malos y animó a los buenos.
Dañó el curso de la Revolución en España. De ahí que hubo intentos de asesinarlo, autoridades que enviaron a la policía tras él, etc.
Entusiasmó a muchos e irritó a muchos. Así, nadaba en el consenso de la gente común, pero era odiado por los masones.
En general el profeta es enviado a una sociedad en crisis. Se le reconoce, pero se opone.
Tenemos otro ejemplo con Santa Juana de Arco, a quien el P. Cornelio a Lápide considera profeta. Trajo consigo toda Francia. A los ingleses no les agradaba. Entonces, hicieron arreglos con los borgoñones –que no eran enteramente franceses– para encarcelarla y quemarla. Pero en la sociedad francesa disfrutó de un consenso general (lamentablemente blando) que le permitió arrancar al rey y a la nobleza francesa esa blandura y hacer la guerra. Ella no provocó entre la gente la reacción que habitualmente hacen los profetas, que es ser rechazada por ellos.
Consenso católico y revolucionario
Así, el consenso católico está formado por dos elementos: por un lado, la sólida estabilidad e inocencia de los elementos doctrinales y, por otro, la recta práctica de las virtudes cardinales, es decir, una gran prudencia para elegir los medios para lograr el fin correcto y una gran fortaleza, que favorezca el consenso. Estas virtudes requieren el buen uso del don de inteligencia que recibimos.
Del lado revolucionario el consenso se forma en torno a una verdad conocida como tal pero que es negada por hombres de mala fe; esa verdad todavía existe, pero en un estado de protesta dentro del hombre. Quiere sofocar esa verdad dentro de sí mismo sofocándola en todos los que lo rodean. Tiene la ilusión de que, al hacerlo, podrá alcanzar la paz interior.
De esta posición surge el odio que tiene hacia los demás que no piensan como él. Para restablecer un consenso que perdió en su interior, quiere obligar con fuerza a ese consenso a adoptar una doctrina opuesta a la verdad que protesta en su interior.
En este sentido, la primera verdad negada en nuestros días es el principio de trascendencia, según el cual los seres no sólo son diferentes entre sí sino que también forman una jerarquía. La trascendencia sólo es posible en una sociedad jerárquica, lo opuesto a nuestro mundo igualitario.
Publicado el 21 de diciembre de 2023
El espíritu de un hombre que verdaderamente tiene fe, esperanza y caridad y practica las cuatro virtudes cardinales está hecho de tal manera que tiene fácil acceso a las verdades fundamentales claras, luminosas y sencillas, que están al alcance de todos.
Tiene una cierta cualidad de espíritu que le permite percibir que las verdades que ve están todas más o menos implícitas, una dentro de la otra. Cuando capta claramente una verdad primaria, si mira más allá, ve también toda una galería de verdades, una sucesión de verdades que se suceden una tras otra.
No es un hombre meramente teórico; más bien, es un observador muy atento de la realidad. Tiene un conocimiento inocente y límpido de las cosas del orden religioso que nacen del buen sentido. Por eso también es filosófico.
Una enseñanza que se desarrolla como fuegos artificiales con múltiples círculos de luz que explotan.
Esta forma de enseñanza se puede comparar con una especie de fuegos artificiales que se disparan hacia el cielo y muestran una esfera dorada de luz de la que brota otra y luego otra esfera. Entonces, es de este tipo de enseñanza de la que estamos hablando. Siempre se basa en la observación y la reflexión. Nunca es pura teoría. Pero tampoco se trata de una observación estúpida de la realidad que no conduce a nada teórico. Es el paseo armónico tanto de la observación como de la teoría lo que produce un consenso que proviene de la inocencia, porque todas las almas inocentes son consensuales.
Entonces, ¿cómo se desarrolla este consenso? Es como el vuelo de un pájaro en el aire, elevándose sin obstáculos; o como un pez nadando en el agua, moviéndose sin obstáculos. A causa del pecado original, pueden surgir algunas dificultades, pero una vez explicadas, las cosas vuelven a avanzar sin problemas. En un conjunto totalmente católico, así es como funcionan las cosas.
El consenso se desarrolla naturalmente como un pájaro que vuela sin obstáculos.
Esta comprensión es causada por una gracia de Nuestra Señora que devuelve en cierta medida esta límpida inocencia en las almas.
Este es un verdadero consenso porque es la posesión tranquila, luminosa y amorosa de las mismas verdades por los mismos hombres rectos.
Este consenso en los contrarrevolucionarios tiene una matriz. Esta matriz les lleva a discernir en ella hasta sus últimas consecuencias. Las verdades de la fe entran en esta operación iluminadas por la gracia y les dan a todas sus más dulces aromas y un gran esplendor.
La Revolución: una mala matriz
Dos tipos de acciones para generar consenso son similares a las acciones sobre un penitente bueno o malo: arriba, la penitencia de San Pedro
Lo que puede hacer la Contrarrevolución es seguir su política de reunir a los buenos para hacer su propio consenso, que acabo de describir, hasta que llegue una gracia que lo sacuda todo y nos dé la victoria.
Dentro del buen consenso hay una tendencia a la perfección que hace que de él surjan las mejores personas para liderarlo.
Aquí debemos centrarnos en dos hipótesis: una es la acción de quien desempeña el papel de buen líder en una sociedad que se resiste a esta bondad. Otra es una sociedad que en condiciones análogas acepta al buen líder y sigue adelante. La primera es similar a la actuación de un director espiritual y de un penitente que, invitado a arrepentirse de sus pecados, se rebela; el segundo es el penitente que se arrepiente y sigue adelante.
En la primera hipótesis, la sociedad dice no a la gracia; en el otro dice que si. En este último caso, el santo no tiene necesariamente que navegar contra la corriente de la sociedad. Aunque puede que tenga que presionar a la sociedad para que avance hacia donde no quiere ir, no existe una enemistad real entre ellos y el cuerpo de la sociedad lo sigue.
San Antonio María Claret formó un buen consenso y dañó la Revolución
Hay otros que, ante una sociedad dividida, hacen avanzar el bien y, por ello, son odiados por el mal; no obstante, pueden traer consigo un enorme número de personas.
Por ejemplo, en el siglo XIX San Antonio María Claret fue Patriarca de las Indias, un título honorífico, confesor de la Reina Isabel II de España y un magnífico predicador del pueblo. Fue Arzobispo y fundador de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (los Claretianos). Era catalán y predicó por toda Cataluña y otras partes de España. Las misiones que predicaba tenían tanto éxito que las personas del pueblo donde había predicado lo acompañaban – cantando, orando y conversando – a lo largo del camino hacia el siguiente pueblo. Allí lo recibiría la gente que esperaba su llegada. Así iría de pueblo en pueblo.
Tuvo una fuerte influencia en una parte considerable de la sociedad. Es más, convirtió a la Reina, que estaba involucrada en asuntos adúlteros. Vemos, entonces, que San Antonio María Claret hizo ambas cosas: convirtió a los malos y animó a los buenos.
Dañó el curso de la Revolución en España. De ahí que hubo intentos de asesinarlo, autoridades que enviaron a la policía tras él, etc.
El pueblo entregó su corazón a Santa Juana de Arco
En general el profeta es enviado a una sociedad en crisis. Se le reconoce, pero se opone.
Tenemos otro ejemplo con Santa Juana de Arco, a quien el P. Cornelio a Lápide considera profeta. Trajo consigo toda Francia. A los ingleses no les agradaba. Entonces, hicieron arreglos con los borgoñones –que no eran enteramente franceses– para encarcelarla y quemarla. Pero en la sociedad francesa disfrutó de un consenso general (lamentablemente blando) que le permitió arrancar al rey y a la nobleza francesa esa blandura y hacer la guerra. Ella no provocó entre la gente la reacción que habitualmente hacen los profetas, que es ser rechazada por ellos.
Consenso católico y revolucionario
Así, el consenso católico está formado por dos elementos: por un lado, la sólida estabilidad e inocencia de los elementos doctrinales y, por otro, la recta práctica de las virtudes cardinales, es decir, una gran prudencia para elegir los medios para lograr el fin correcto y una gran fortaleza, que favorezca el consenso. Estas virtudes requieren el buen uso del don de inteligencia que recibimos.
Del lado revolucionario el consenso se forma en torno a una verdad conocida como tal pero que es negada por hombres de mala fe; esa verdad todavía existe, pero en un estado de protesta dentro del hombre. Quiere sofocar esa verdad dentro de sí mismo sofocándola en todos los que lo rodean. Tiene la ilusión de que, al hacerlo, podrá alcanzar la paz interior.
De esta posición surge el odio que tiene hacia los demás que no piensan como él. Para restablecer un consenso que perdió en su interior, quiere obligar con fuerza a ese consenso a adoptar una doctrina opuesta a la verdad que protesta en su interior.
En este sentido, la primera verdad negada en nuestros días es el principio de trascendencia, según el cual los seres no sólo son diferentes entre sí sino que también forman una jerarquía. La trascendencia sólo es posible en una sociedad jerárquica, lo opuesto a nuestro mundo igualitario.
Un consenso natural formado por hombres que piensan igual
Publicado el 21 de diciembre de 2023
Sociedad Orgánica fue un tema querido por el difunto Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Abordó este tema en innumerables ocasiones durante su vida, a veces en conferencias para la formación de sus discípulos, a veces en reuniones con amigos que se reunieron para estudiar los aspectos sociales y la historia de la cristiandad, a veces de pasada.
Prof. Plinio
Atila S. Guimarães seleccionó extractos de estas conferencias y conversaciones de las transcripciones de las cintas y sus propias notas personales. Los tradujo y los adaptó en artículos para el sitio web de TIA. En estos textos, la fidelidad a las ideas y palabras originales se mantiene tanto como sea posible.
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